Corderos a la carta
La manada ya esquilmada seguía creyendo en ellos: tantos años de comer excremento la habían convencido de que era rico y nutritivo.
Otra parte del rebaño, aún no esquilmada, se mostraba escéptica. Los lobos lo sabían.
Por eso sonreían detrás de sus máscaras de lana, dejando asomar sus colmillos blancos y afilados, con las garras listas, mientras alentaban dulcemente a continuar con el engaño de los incautos.
¿Cuánto tiempo más seguirán comiendo de la mano de los embusteros?
Eduardo R. Consiglio
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