Nada puede ser tan lamentable como pensar siquiera en votar a corruptos, violentos o ineptos, sobre todo cuando un país como la Argentina necesita de políticas públicas, donde la educación, la salud, el trabajo y la seguridad, siguen siendo una deuda que cada día pesa más a todos los ciudadanos.
Desde hace largo tiempo, el voto no solo es una manifestación de expectativas insatisfechas personales, sino también un arma de fuego convertida en una ruleta rusa que, en una lista sábana interminable, le da poder y autoridad a delincuentes escondidos detrás de "fueros" y protegidos por una justicia cómplice de guantes blancos.
Todo el tiempo se ve a mucha gente poderosa, con el culo sucio escondida en un congreso que solo se representa a si mismo.
Setenta años de “Justicia social”, sirvieron para igualar hacia abajo, castigando con altos impuestos, robos y pauperización de las instituciones fundacionales de nuestro país.
Argentina tiene una casta política dañina que solo se puede representar a si misma ya que “cuidadosamente ha sabido” mantener e incrementar la marginalidad de sus “clientes”, a costa de intereses personales y un nepotismo familiar, de amigos e influencias.
Los argentinos dejaron de ser ciudadanos, para pasar a ser “vistos y usados” como parte de un electorado que, aunque a veces fanáticos y otras veces racionales, siempre terminan siendo víctimas de mentiras y falsas creencias. De Eduardo R. Consiglio Copyright ©
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