Treinta años con las
mismas miserias.
Nos encontramos en
vísperas de cambios, ¡Qué loco no!, porque a lo mejor todavía no nos hemos dado cuenta que
toda la vida estamos en vísperas de algo: de cambiar, de seguir con eso que no
queremos o de volver a lo mismo, pensando que eso que nos hunde ahora por obra
del espíritu santo nos va a salvar mañana.
Yo creo que muchas cosas funcionan como una adicción; hoy se consume eso que en el momento nos
hace creer que estamos muy bien, aunque con
el tiempo nos vaya deteriorando cada vez más, hasta que un día nos internan o
nos morimos.
Hablo
de nuestro país, ese lugar donde por algún motivo que no se termina de entender,
pareciera sufrir de memoria a corto plazo, solo recordamos hasta cinco minutos
antes de la última vez que nos cagaron, vivimos en una gran dicotomía que
deambula entre la realidad y la mentira crónica.
Estamos todo el tiempo
actuando como si estuviésemos sumergidos en el “Síndrome de Estocolmo”, es
decir que nos enamoramos de quien nos tiene cautivo y nos bancamos el daño
justificando lo injustificable.
Todo el tiempo somos víctimas
de violencia institucional, a través de palabras, acciones e inacciones que nos
hacen mucho daño, pero siempre nos olvidamos y terminamos perdonando porque
cada cuatro años los mismos que nos engañan todos los días desde hace más de treinta años, nos
dicen que esta vez va a ser distinto.
Nos agarran el brazo y comienzan a tirar
hacia arriba pero con el pie haciendo presión sobre nuestra cabeza.
¿Cómo creer que quienes
produjeron el problema, van a ser los mismos que nos lo van a solucionar?
Suena como fe
religiosa, algo así como levantarse todos los domingos, ir a la iglesia, rezar unas
plegarias y quedarnos esperando que el milagro ocurra.
Son más de treinta años
que estamos esperando el milagro.
Yo creo que lo único que nos hace distintos es el espejo, el poder reconocernos todos los
días, saber si el tipo que está ahí es otro imbécil o el mismo que yo conocí
con los valores de siempre.
¡Que rara que son las
palabras!; tienen esa extraña “virtud” de decir cosas que cada uno puede
interpretar con distintos significados y adornar con sus propias miserias la escucha.
En definitiva en estas
vísperas de cambios creo importante que dejemos de mirarnos a nosotros mismos y
empecemos a pensar que realidad queremos para nuestros hijos.
Copyright "©" - Eduardo R. Consiglio
No hay comentarios:
Publicar un comentario